miércoles, 7 de octubre de 2009

Acá estoy de nuevo...

Pasaron casi cuatro meses antes de que volviera a este rincón del ciberespacio. Pasaron muchas cosas en este tiempo. Igual sigo pensando que no pasa nada, que el mundo no pierde nada si no vengo a reunirme con ustedes, a contarles mis tonterías.
Luego de la idea loca que tuve de compartirles mi gusto por la pintura vuelvo a mi blog, a la música que me hace sentirme vivo, que hace tolerable esto que llamamos vida.
Hoy no escribiré más... sólo vine a decirles que estoy vivo, a pesar de esta lluvia que hoy me quita las ganas de vivir...

domingo, 14 de junio de 2009

Bueno, ¡¿qué carajos está pasando?!


Un Toque de Rock cambió de giro y ahora se ocupa de las obras maestras de la pintura. No sé. Alguna vez escribí en esta bitácora que allá en los años lejanos de mi juventud pensé que no podría seguir viviendo el día que dejara de pintar, que dejara de pensar como pintor, en la pintura. También dije que estaba equivocado.
Veo mis dibujos. Veo que el último, que ya les compartí en este sitio, cumplirá casi dos años. De esa fecha para acá no he tirado una sola línea. Y por lo que parece no lo haré más. Al menos no en la próxima semana, que es más de lo que yo considero fututro. Es locura, nada más.
Pero hay algo vivo, inmortal, en la obra de Van Gogh, de Vermeer, de Picasso... creo que hubieran sido buenos rocanroleros. No me hagan caso. Estoy cansado y tengo sueño.
Me voy. Mientras, les dejo esta imagen del pintor mexicano Arturo Rivera.

jueves, 11 de junio de 2009

Jan Vermeer de Delft


¿Sabría Jan Vermeer, tendría la sospecha siquiera de que estaba creando obras inmortales?

martes, 9 de junio de 2009

Ya sé, nada qué ver...


... pero una de las cosas que me gustaría hacer para cuando tenga tiempo, lana y disposición, es ver todos los Vermeer que existen. Son un poco más de 30, distribuidos en cuatro o cinco museos del mundo.
Y si hay tiempo, ver la mayor cantidad de Van Goghs que sea posible.

Después morir.


Mientras, pueden ver la exposición virtual de Vermeer en el sitio http://www.essentialvermeer.com/


jueves, 4 de junio de 2009

En realidad está difícil...

Me quedé pensando en el comentario de Jordi, y la neta... ¡está en chino!
Hacer un top-ten de mis rolas me parece una tarea muy escabrosa... son tantas, que haría un top-cien... y ni así...
Miren ustedes: pensé de inmediato en Led Zeppelin. Wow. Tienen por lo menos 10 rolas que considero indispensables: When the Leeve Breaks, Rock and Roll, Kashmir, In My Time of Dying, Baby I'm Gonna Leave You, Communication Breakdown, Inmigrant Song, Whole Lotta Love, Rain Song, y por supuesto Stairway to Heaven. Ahí acabó mi top-ten.
Pero digamos que me quede con dos: When the Leeve Breaks, por la batería impresionante de Bonzo Bonham, y Rock and Roll, por cañera y rompemadres.
Luego pensé en Pink Floyd... uh: Wish You Where Here, Time, Comfortbly Numb, Welcome to the Machine...
Ylos Rolling Stones: Gimme Shelter y la versión en vivo de Simpathy for the Devil (sí, la del Get Yer Ya Ya's Out, o como se llame...).
O el Deep Purple: Highway Star, la del Made in Japan, o esa obra maestra de Ian Paice que se llama You Fool No One, del Made in Europe. Y por razones sentimentales Smoke On The Water.
O los Smashing Pumpkins: 1979, por ejemplo, o Today.
O Yellow Ledbetter, de Pearl Jam.
Pensé también en Lone Star, de Stuart Hamm; en The End, de los Doors; en Little Wing, de Hendrix, aunque también incluiría la versión del himno gringo que tocó en Woodstock.
Y bueno, se me complicó el panorama...

lunes, 25 de mayo de 2009

Las Clásicas (según yo)

Ayer me dí la oportunidad de escuchar un poquito de música en el iPod.
Ya tiene días que no le meto nada nuevo, así es que estuve hurgando en mis listas de reproducción, una rolita de aquí, otra de allá... y estuve pensando en compartir con ustedes mi experiencia con esas rolas... mis Clásicas, las que me conmueven gacho, o las que escucho con admiración y sorpresa.
Algunas son muy viejas, otras no tanto, todas me conmueven. Y quizá en una de esas les den a ustedes ganas de escucharlas, de comprobar si está ahí la caña, el sentimiento, el ponch que me conmueve.
O tal vez piensen que ya estoy chocheando.
Pero igual, en una de esas, les recetaré mis Clásicas. Mis muy arbitrarias Clásicas.
A ver qué les parecen.
Mientras, ¡salud y larga vida al rock and roll!

lunes, 18 de mayo de 2009

Ya que estamos en esto

Les diré que pocas veces releo las entradas de esta bitácora. Cuando lo hago es por un mero arranque de nostalgia. Y luego de enojo conmigo mismo por la cantidad de erratas y metidas de pata que cometo a cada rato. Como buen neurótico, cuadrado, obsesivo, me enferma encontrar letras trastocadas, palabras mal puestas, errores de concordancia y así.
Lo que sí deseo decirles es que a pesar de sus carencias lingüístico-literarias, en estas entradas de la bitácora no hay un solo comentario que traicione a mis convicciones, o que obedezca a fines ajenos al mero ejercicio de mis filias (y en ocasiones, de mis fobias).
Por eso me sorprendió encontrar un comentario virulento, rabioso, en la entrada que escribí sobre Real de Catorce.
Conozco a Fernando Ábrego desde hace unos 30 años. Ambos éramos adolescentes. Ambos teníamos en común el amor por la música, sobre todo por el blues. De Fernando aprendí muchísimo. Su amistad es uno de los bienes más preciados de mi vida, no porque sea un músico notable, sino por la persona que es.
Cuando lo conocí Fernando tenía 16 años apenas. Y ya era ya un guitarrista sobresaliente y un estupendo cantante, aunque tocara y cantara canciones de la entonces Nueva Trova Cubana, a la cual detesto desde esas épocas, aunque a medias, porque de vez en cuando practico el vicio secreto de escuchar a Silvio. Pero no era eso lo que deseaba comentarles.
Como baterista no tiene comparación. Y lo digo sin ponerme a pensar que es mi amigo. Me consta su calidad como compositor y ejecutante, nada más. Y me consta porque toqué con él (yo era entonces, al igual que ahora, un bajista pésimo (y pésimo guitarrista, dicho sea de paso).
Nuestro grupo, un grupo de historia fugaz, necesitaba de un baterista. Fernando tocaba la guitarra, yo trataba de tocar el bajo, Leonel tocaba la guitarra, Francisco era el gritante y tecladista. Ah, y el Walle tocaba la armónica. Y no había baterista. Y yo estuve ahí el día en que Fernando dijo, bueno, pues yo la toco. Y sin haberlo hecho nunca nos recetó en ese mismo momento una buena tanda de tarolazos. De ahí para adelante.
Fernando y yo nos separamos hace mucho tiempo, pero nuestra amistad sobrevive, a pesar del tiempo y la distancia. Seguí de cerca el desarrollo del Real, los escuché crecer, disfruté sus discos. Los considero de lo mejor que se haya escuchado en México, por su calidad interpretativa, por su ponch, por el alma del grupo, que era un alma colectiva y no de una sola persona.
Sin embargo, insisto en mantener mi opinión. Los fui a escuchar en alguna de sus últimas actuaciones y, perdonen ustedes la herejía, ese hombre ejecutaba una pose perfecta de Jim Morrison. Insisto en que las letras son la parte más floja de la obra del Real. Insisto en considerar que lo más doloroso, lo realmente lamentable de todo este asunto del truene del grupo sea el derrumbe de la amistad.
Es penoso que tantos años que picar piedra juntos, de tantos y tantos años de abrirse paso a puro riñón y sacrificio, tantos años de compartir la vida, hayan terminado de una manera patética y lamentable. Sus seguidores perdimos a un gran grupo, pero ellos perdieron más, perdieron el amor de sus amigos, perdieron la compañía solidaria, perdieron el proyecto musical, el producto de tantos años de chinga. Y lo perdieron por una cuestión de ego. Eso es lo realmente doloroso.
Insisto: soy parcial. Esta bitácora refelja mis opiniones muy personales. Es un recuento de lo que me gusta (y en ocasiones de lo que no me gusta). Muchas veces estaré equivocado, pero eso no le resta honestidad a mis pensamientos. Pero creo que no es con descalificaciones e insultos como podremos analizar lo que le aconteció al Real.
Así es que, querido cibernauta Anónimo: tus insultos fueron para mí una digresión. Sigo esperando tus argumentos.
¡Y larga vida al rock, carajo!

domingo, 17 de mayo de 2009

Por aquí, dando la vuelta...

Sí, Vibraciones era un programa pachequísimo, no sólo por la música, también por la voz del locutor, quién sabe cuál sería su nombre, y por los rollos mafufos que nos recetaba por las trompas de Eustaquio. Eran unos choros muy raros, como que el tipo había desayunado malteada de pizza de chorizo, o algo así.
Para los niños pobres de entonces no había más fuente rockera que la radio. En Radio Capital pasaban Rock a la Róling, y un mano a mano de los Doors y los Crídens. En Radio Éxitos pasaban un programa de los Beatles tres veces al día. en Radio 590, La Pantera, de vez en cuando nos regalaban algo digno de escuchar. Luego en Canal 710 un tipo muy pacheco también se daba a la tarea de pasar disco completos, algo inusual en la radio comercial. Quizá era hijo del dueño, porque de otra manera no nos explicamos cómo podía hacerlo. En esa estación escuché por primera vez, completita, sin cortes, la banda sonora de The Song Remains the Same, la película de Led Zeppelin.
Había cierta decencia en la programación de WFM, con la voz inmortal de Mario Vargas. Y por cierto, Radio UNAM, el verdadero agasajo, porque pasaban clásica (es decir Mozart, Bach, etcétera) y rock, mucho rock novedoso. Ahí fueron mis primeros contactos con el punk, pero también con Dylan y con Genesis.
No había dinero para discos, mis amigos. Era necesario ahorrar durante semanas para comprar uno. Recuerdo que en el tianguis rodante de mi colonia pude comprar el Zeppelin I, luego de semanas de intensa agonía ahorrando peso sobre peso. Fue un momento glorioso.

domingo, 12 de abril de 2009

Nada más por decir...

Que me gustan las galletas de animalitos, el agua de papaya, los panes con cajeta. Me gusta el café recién hecho, los bocoles de harina y natas, el pan de Chicontepec. Me gustan las ciruelas rojas, los nísperos y los mangos. Me gustan las tardes de frío en el bulevar, el canto de los tordos por la mañana, el vuelo raudo de las gaviotas sobre la superficie del agua. Me gustan los circos de barriada, los malabaristas de crucero, los trapecistas, los perritos adiestrados. Me gustan los besos de esquinita, las nieves de nuez con cajeta, las películas de Kubrik y las del Santo. Me gustan los cacahuates para pelar y las naranjas con chile.
Me gusta el olor de los libros, la quietud de las tardes de domingo, la luz del atardecer, la música a todo volumen. Me gusta el aroma de las gardenias, de las piñas (aunque no pueda comerlas), de los mangos que huelen a copal. Me gustan los morrales de artesanías, los pantalones de mezclilla, los zapatos viejos, las playeras sin estampado, los calzoncillos tipo bóxer. Me gusta el roce del agua cuando me baño, me gusta traer las manos limpias, me gusta andar descalzo (aunque casi nunca lo hago), me gustan las catarinitas y los dulces caseros, me gustan los perros, las gallinas y los gatos, me gustan los camarones, el pescado frito, las aguas de coco y de horchata de arroz.
Me gusta el olor de la ropa limpia, los juegos de computadora. Me gusta vagabundear por la red, escribir en un cuaderno viejito, escaparme a tomar café los lunes en El Safari. Me gusta fumar, me gusta la coca cola, me gusta estar a solas.
Megusta escuchar núsica con audífonos, me gusta charla con mis hijos (aunque cada vez charlamos menos), me gusta subir material y compartirlo, me gustan los puros de Córdoba, el café de La Parroquia, los tacos del Moreno, acá en mi pueblo. Me gusta perder el tiempo con los amigos, decir tonterías y chismes. Me gustan el mar y la playa y las palapitas y las escolleras, me gusta el río, me gusta mirar a los barcos anclados en la dársena. Me gusta el silbato de los trenes, aunque signifiquen para mí tanta nostalgia...

Cómo se pasa la vida...

Vengo a mi bitácora y noto con sorpresa que la última entrada es de 26 de enero, hace unos dos meses y medio. Me pregunto qué hice en todo ese tiempo, por qué no vine a dejar algo para ustedes, anónimos y tímidos lectores...
Parte de la excusa consiste en ahcerles saber que estuve fuera de la casa durante cuatro semanas de esos dos meses y medio, y que en ir, volver y hscerme tonto se me fue el tiempo. Además, estoy envejeciendo, y la fuerza no es la misma de antes.
Les comento que para esos viajes decidí llenar mi iPod de cuanta música fuera posible, tomando de acá y de allá, hurgando en los rincones de mi biblioteca digital en busca de música para paliar la soledad de los viajes y las salas de espera. Ahora que reviso las listas de reproducción me sorprende lo variado del negocio, lo ecléctico, por así decirlo, y lo incompleto.
Incluí los tres discos del Bob Dylan Esencial, porque son esenciales. También los dos en vivo del Deep Purple (Made in Europe y Made in Japan), así como el extraordinario Machine Head. Hay dos de Kings of Leon, por supuesto, y uno de los Flaming Lips, Yoshimi Battles The Pink Robots. Supremo. Puse dos discos de Carlos Arellano, Canciones Domésticas y El Baile de las Cosas, aunque también subí, cómo no, las cajas remasterizadas de Led Zeppelin.
Puse la banda sonora de O Brother Where Are Thou, esa enorme película de los hermanos Coen, y para seguir en la lìnea ranchera escogí también el Timeless Hank Williams, un homenaje al Flaco Hank, en el que incluso canta Keith Richards. Por nostalgia y no por otra cosa, escogí algunas rolas de Van Halen y su álbum doble en vivo, Right Here, Right Now. Para contrastar tanta guitarra también traigo algunos discos de Rockdrigo González y Suicida, el disco de Vago, donde Charlie Montana canta tu mamá no me quiereeee, dice que soy un vago...
Traigo los American Recordings de Johnny Cash, y los dos de los Highwayman. De lujo. Hay material de Andrés Calamaro, Bob Marley, de los Eagles, y, last but not least, de los Beatles. Ajá. Me acompañan los dos cedés de Revolving, y uno de mis favoritos de todos los tiempos It's Not too Bad, que le contiene lo que es el desarrollo de esa rola enorme, Strawberry Fields Forever. Completan el cuadro varios cedés de Neil Young, la antología de Paul Simon, The Bends y OK Computer, de Radiohead, así como un The Best de Judas Priest. Ah, y un par de discos de Leño, un grupo español ochentero.
Nunca nadie puede estar solo cuando tiene disponible toda esa compañía.

lunes, 26 de enero de 2009

Pablo


Primero pensé que ese niño estaba mal de la cabeza, porque a los trece, catorce años, no daba señas de que le gustara la música. De ninguna clase. Ya les dije antes que en casa siempre hubo algo sonando en el tocadiscos o la casetera. No obstante, este muchacho iba por el rumbo de los videojuegos, la Internet y la lectura, es decir, por un mal camino que sólo el rock puede enderezar.
Pero una tarde le dio por escuchar la banda sonora de Misión Imposible (o algo así, espero que él mismo pueda aclarárnoslo un día) y ahí empezó el desorden: se compuso de la mente y comprendió que el rock es la neta. Y ya nunca más volvió a ser el mismo. Quiero decir que parecía el mismo pero ya no era el mismo. La neta del rock le dio a media cabeza.
Ya tendré tiempo para contarles cómo y de qué manera se compuso este muchacho que empezó escuchando a Limp Bizkit y a los Red Hot Chilli Peppers, hasta derivar en lo más preciso y machín de la vida: Pink Floyd, Led Zeppelin y Radiohead. Pero no todo es perfecto: se niega a reconocer la supremacía de los Beatles. Eso nunca de los nuncas se lo voy a perdonar.
En esos años que fue a la secundaria traté de contagiarlo con el virus de la guitarra pero fui vencido por los videojuegos, y por su indiferencia ante la música. Sin embargo, cuando le entró de lleno al rock, su idea fue convertirse en baterista, de modo que emprendió una campaña entre madre, padre, tías y partes interesadas, para que le compraran una batería y pudiera convertirse él en el Nuevo Bonzo Bonham. De nada sirvió mi defensa de la guitarra como la neta de la vida, ni hacerle saber que el baterista siempre se pierde lo mejor de la fiesta: para cuando termina de desarmar el circo y guardarlo ya todas las muchachas bonitas se fueron.
Total que el muchacho se puso necio. Después de algunas deliberaciones (y de hacer la cópera para el instrumento músico de percusión) le hablamos a Fernando Ábrego, baterista del legendario Real de Catorce, para que nos vendiera una batería. Así fue. Era una Tama de vasos largos. De madera-madera, no de aserrín comprimido. Fue necesario comprarle platillos y baquetas para completar el juego. De inmediato, el muchacho tomó clases y se puso a darle con fe… durante unos dos meses, hasta que comprendió que la neta de la vida es la guitarra.
Presa de no sé qué locura le prometí que cuando saliera del Cetis le regalaría una guitarra eléctrica, sin saber que el fin de cursos me agarraría sin dinero (para variar) y fue necesario, con tal de cumplir mi promesa, obsequiarle mi preciada Fender Stratocaster, el amplificador Marshall de 30 watts y un pedal de distorsión Ibanez.
Yo creo que una noche de esas lo asaltó el espíritu de Jimi Hendrix, porque empezó a estudiar la guitarra con inusual fervor. La batería era cosa del pasado. Yo tengo la hipótesis de que le causaba demasiado esfuerzo físico y decidió dejarla por eso. Es que este muchacho prefiere evitar la fatiga. Así es.
Este muchacho es mi hijo y hace unos días, el 23 de enero cumplió 23 años. A estas alturas de su vida es un guitarrista respetable, aunque toca con cara de palo, como si no hubiera ninguna clase de emoción circulando por sus venas. Sin embargo lo admiro porque sé que no tardará en superar al maestro. La batería no se supo dónde quedó, perdida en las vueltas que la vida dio en Tampico. Lástima, era una batería llena de historia.
Hace 23 años era apenas un muñeco que lloraba a sus horas pidiendo lechita y cambio de pañales y ahora quién lo viera, tan adulto, tan serio a veces, tan dueño de sí mismo. Pero cada que se cuelga la Fender hay algo en él que lo hace vivir, como a mí cuando agarro la Ibanez y lo invito a tocar viejas rolas. De pronto hay magia en el ambiente cuando suenan los primeros guitarrazos con distorsión. En ese momento no somos padre e hijo, sino dos tipos felices a quienes la música les toca el alma.
Hoy quiero decirle que lo amo, y que es un privilegio haberlo acompañado todos estos años por el camino de la vida. También es un privilegio hacer música con él.


Feliz cumpleaños, Pablo. Neta, eres más de lo que podría pedir.

jueves, 15 de enero de 2009

Kubrick, Sagan, el escepticismo...

Carl Sagan escribió lo siguiente en su libro Un Pálido Punto Azul: "La Tierra es un rincón muy pequeño en el gran escenario cósmico. Pensemos en los ríos de sangre vertidos por todos esos generales y emperadores, presidentes y primeros ministros y líderes partidarios, para que en un momento de gloria y triunfo pudieran hacerse amos temporales de un rincón de un punto. Pensemos en las infinitas crueldades infligidas por habitantes de una parte del punto a los habitantes, apenas diferenciables de ellos, de otra parte. Cuán frecuentes sus malentendidos. Cuán dispuestos están a matarse unos a otros. Cuán fervientes sus odios. Nuestras imposturas, nuestra imaginaria importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el universo, parecen desafiadas por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es una partícula solitaria en la gran negrura cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que haya alguien que vaya a venir y a salvarnos de nosotros mismos."
Por su parte, Stanley Kubrick, ese genio del cine, dijo en una entrevista para Playboy en 1968: "El hecho más aterrorizante del universo no es que éste sea hostil sino que es indiferente; pero si somos capaces de asimilar esa indiferencia y aceptar los retos de la vida dentro de los límites de la muerte, sin importar cuán mutables el hombre los pueda hacer, nuestra existencia como especie puede tener un significado y una realización genuinos. No importa cuán vasta sea la oscuridad, nosotros debemos aportar nuestra propia luz."

martes, 13 de enero de 2009

Vincent


Vincent, mi pintor predilecto, escribió: "Cuando siento una necesidad de religión, salgo de noche a pintar las estrellas".

Yo no tengo ese consuelo. Por eso cuando siento una necesidad de religión, veo pinturas de Vincent.

miércoles, 7 de enero de 2009

Morrison y Los Doors

Por cierto, hoy en la mañana estuve escuchando a los Doors. Déjenme decirles que sin ser un fan aferrado del Lagarto y sus Muchachos, sí hay algunas rolas de ellos que me son fundamentales. Recuerdo cuando introdujeron el drenaje en mi colonia y fue necesario cavar las zanjas para la tubería. estábamos chavos, y horadar el tepetate era una tarea cabrona, sin embargo logramos sobrevivir a esas tardes de chinga intensa escuchando Radio Capital, que pasaba una hora de los Stones (Rock a la Róling) y luego una hora más de Doors y Creedence (los Crídens, decíamos entonces).
Rock a la Róling empezaba con el riff inconfundible de la guitarra fuzz que abre Satisfaction, y de ahí en adelante empezaba el programa. Después venía la hora de Doors y Crídens. De Las Puertas recuerdo y me conmueven todavía algunas de las que conformaron el álbum Strange Days, un álbum pacheco e indefinible: You're Lost Little Girl, People Are Strange, Love Me Two Times, y la muy pacheca y arrasadora When the Music's Over, un viaje que nada le pide a The End.
Ese álbum estaba escuchando en la mañana, y me conmovió, carajo.
(Y pensar que sin Jim lo único que pudieron componer los otros tres ineptos fue esa fumada de mota intitulada No Me Moleste Mosquito (let me eat my burrito). Alguien debería agarrarlos a golpes).

Nuevo enlace...

La neta, no me gustaría que este sitio se convirtiera en una bitácora de descargas, porque en una de esas la gente de Google me la va a dar de baja, con eso de que intercambia uno material protegido por los derechos de autor. Pero quiero comentarles, cibernautas amigos, que subí a Rapidshare un disco más de Jaime López. Se trata de Desenchufado, un discazo del tamaulipeco. Apresúrense a bajarlos, porque estoy utilizando el servicio gratuito de hospedaje, y en esa modalidad borran los archivos si cumplen un mes inactivos. Así es que ya lo saben.
El enlace es el siguiente:

http://rapidshare.com/files/180213993/Desenchufado.zip.html

Que lo disfruten, carnales y carnalas.

lunes, 5 de enero de 2009

2009

Bien, terminó 2008 y empezamos 2009. Luego de todo este maratón de fiestas y buenos deseos las aguas vuelven a la normalidad, si es que tal normalidad existe. Esta bitácora desmadrada y anárquica está por cumplir un año... y no sé muy bien qué pensar todavía.
Cuando empecé a escribirla mi expectativa no rebasaba las 500 visitas al año. Veo con sorpresa que rebasaron las 2 mil, cifra que me gustaría redondear ahí porque cada que entro a actualizarla yo mismo le doy algunas entradas al contador.
Confieso no tener la menor idea de quiénes son ustedes, lectores hipotéticos, ni cuáles son sus motivaciones para venir a leer esta pachequeces. Ya les dije: mi padre pensó toda su vida que escribir es tarea de huevones, y que leer ni se diga, sobre todo porque me veía cómodamente instalado (a mí), con una jarra de dos litros de café y una cajetilla de Delicados con filtro, degustando mis libros predilectos, que en los días de mi juventud eran demasiados. Igual que ahora, debo decirlo también.
De modo que esta bitácora es una muestra más de terquedad, vicioso como soy de la música y de los libros. Ojalá logre yo transmitirles parte de mi entusiasmo, del pasmo que me produce todavía leer un libro o escuchar una rola. No hay nada parecido sobre la faz de la tierra. Y si a ustedes, hipotéticos lectores de esta bitácora, les da curiosidad al menos por compartir alguna vez mi entusiasmo, mis filias y mis fobias, me daré por bien servido.
Salud, y que 2009 sea un año de mucho rock and roll para todos.
Ah, les dejo la segunda parte de mi texto. Ojalá les parezca más o menos rescatable.

Parte Dos

Siguiendo las instrucciones del megaflaco, y persuadido por el cañón frío de la pistola en la cabeza, el chofer disminuyó la velocidad, tomó una calle perpendicular y orilló el vehículo dos cuadras más lejos. El micro frenó con una brusca sacudida. Más rápido que la luz y que el rayo, El Dragones sacó del bolsillo una navaja tan oxidada que parecía despojo de la segunda guerra mundial, y amenazó con ella a una viejita, al grito de no se muevan o se los carga su madre. Los pasajeros permanecieron quietos, acuciados por el instinto de conservación. Estaban a punto de pasar a las estadísticas de una ciudad que desenterró desde hace años y para siempre el hacha de guerra.
–¡A ver, flojitos y cooperando!–urgió el flaco-flaco, mientras aplicaba un candado a la cabeza de Joaquín Pardavé–. ¡Vayan cayéndose con todo lo que traigan o mato a este pinche gordo!
El gordito se quedó congelado, con la cara bañada en sudor frío. Es muy fácil morir en un acontecimiento de ese tipo, y el clon de Joaquín Pardavé lo sabía. Sin que nadie se lo dijera, ofreció a su captor los billetes que, doblados a la mitad por el eje más largo, llevaba distribuidos entre los dedos de la mano izquierda. El capitán sintió el golpe de la adrenalina, tan parecido al del alcohol, y se puso alerta.
Sin más trámite, el güerito empezó a recolectar carteras, monedas y relojes, amagando a sus víctimas con la navaja. Temerosos y resignados, los pasajeros entregaron sus pertenencias sin alzar siquiera la vista, con aspecto de ovejas rumbo al degüello, según explica con toda exactitud la profecía de Isaías. Movido por los reflejos y sin poder explicarse muy bien cómo, el Capitán metió la mano al bolsillo del abrigo, palpó el acero tibio de la Smith and Wesson y retiró el seguro. Estaba listo. Un Capitán del ejército mexicano siempre está listo.
De pronto los acontecimientos se precipitaron. Uno de los pasajeros se opuso a que le revisaran las bolsas de la camisa, acuciado por el miedo o la necesidad, y trató de sujetar la mano del asaltante sin conseguirlo. El sujeto abrió los ojos como si hubiera visto a un extraterrestre y la emprendió a golpes contra el pobre fulano, injuriándolo con toda clase de improperios. Después de patearlo cuanto quiso en el pecho y los brazos, lo sujetó por los cabellos con la mano libre y sin más trámite le hundió la navaja en un ojo. Un chisguete de sangre le salpicó la cara.
En ese momento, el capitán se puso de pie, levantó el brazo armado y accionó dos veces la pistola. Las balas de la Smith and Wesson M&P son del calibre .40 W&S, tipo JHP, con la punta perforada, lo cual crea una expansión positiva muy rápida, favorece la precisión del tiro y asegura una recarga suave y sin problemas. Una bala .40 S&W con 155 grains de pólvora puede desarrollar velocidades de hasta 350 metros por segundo, con una fuerza de más de 600 joules, quizá por eso, el tipo de los tatuajes ni siquiera se percató del proyectil que lo alcanzó en el ojo derecho y le destrozó la parte superior del cráneo; el segundo lo alcanzó en el pecho, justo antes de que se desplomara escupiendo sangre y saliva.