sábado, 5 de julio de 2008

Así fue como no fui al concierto de Metallica en México

Orlando Vázquez me vendió dos casetes: The Soul Cages, de Sting (1991) y Metallica (mejor conocido como The Black Album), de Metallica (1991). Supongo que no le gustaron, porque me los ofreció a muy buen precio, y yo me apresuré a comprárselos. El de Sting, su tercer álbum como solista, es completamente prescindible, pero el Álbum Negro fue toda una revelación en ese año, 1992, creo.
Ya la semana anterior les platicaba que utilicé una de las rolas de ese casete, la llamada Enter Sandman, para despertar a mi hijo en los días de su educación primaria, acción a todas luces reprobable que me ganó el mote de El Torturador de la Zapote Gordo.
Por esas mismas fechas Metallica emprendió lo que se llamó entonces el Wherever We May Roam Tour, una gira de 14 meses de promoción del nuevo disco, que los llevó a sitios tan dispares como Japón, Estados Unidos, Inglaterra y sí, México.
Cuando supimos que vendrían hubo, por supuesto, exagerada efervescencia entre la comunidad rockera local, y planes por demás descabellados para hacerse de un par de boletos a como diera lugar. No había más opción que encargarlos por teléfono a Ticket Máster y aceptar que te dieran los lugares que se les diera la gana, mediante el pago con tarjeta de crédito en leoninas condiciones: el precio de la entrada más una comisión para el vendedor más el costo de la mensajería.
De inmediato supe que yo no podría ir: el dinero apenas iba alcanzando para lo elemental, y un concierto de Metallica era un lujo fuera de mi alcance. Pero resulta que de entre los rockeros locales yo era de los pocos poseedores de una tarjeta de crédito (dejé de tenerla cuando los bandoleros de Bancomer convirtieron una deuda de un peso con 90 centavos en una de mil 300, pero esa es otra historia), de modo que mi cuate Óscar Benítez me encargó que le comprara dos. Después del calvario con la comercializadora de los boletos, y de 15 días de espera por paquetería, llegaron y resulta que a esas alturas mi cuate ya había conseguido otros dos por otro lado y ya no aceptó los que le compré. Así es que de pronto me quedé con un adeudo de 500 pesos de los de entonces en la tarjeta, dos boletos para el concierto de Metallica y sin un solo peso disponible para ir.
Admito que me pasé dos días con sus noches acariciando los boletos, ideando alternativas para viajar al DF sin quitarle el alimento de la boca a mis hijos, pero no las había, de modo que decidí venderlos. Ahora bien, ¿a quién ofrecerle en Tuxpan dos entradas para un concierto de Metallica? Dejen les platico que había en la calle Lerdo, entre Morelos y Ocampo, exactamente donde estuvo la peluquería de Beto muchos años, un changarro de discos y artículos jipitecas, propiedad de un chamaco reventado que había tenido una revelación o algo así, y que pensaba ganarse la vida de eso. El caso es que fui a verlo y le ofrecí los boletos.
Primero me observó con expresión de sospecha. No todos los días entra a tu tienda de artículos roqueros un gordo de lentes con aspecto de padre de familia a ofrecerte entradas para un concierto de Metallica. Luego, cuando los vio y comprobó que no se trataba de un fraude, accedió a negociar. La verdad yo tenía urgencia de venderlos, así es que acepté el abusivo acuerdo de que me los pagara al precio marcado, con lo cual me tocó absorber el pago a Ticket Máster y el costo de la mensajería, pero de lo perdido lo que aparezca, dijo mi abuela. Para colmo de males sólo me pagó uno y me quedó a deber el otro.
Así es que los tuve en las manos y los dejé escapar. No fui al concierto y terminé de lamentarlo días después, cuando mis cuates regresaron contando la magnificencia de Metallica y la absoluta maestría de sus cuatro integrantes: Kirk Hammet, James Hetfield, Lars Ulrich (méndigo chaparro) y Jason Newsted. Ni modo, eso me pasa por ser pobre.
La historia no termina ahí: cobrar el resto del dinero fue un calvario. Fue necesario seguir al moroso hasta la nueva ubicación de su changarro y, en el más puro estilo azteca, cobrarse a lo chino. Ya les platicaré la aventura el próximo sábado. Mientras, pueden bajarse el álbum de Taringa, e incluso el video de la creación del álbum y de todos los pleitos de comadres que tuvieron entre ellos y con el productor Bob Rock. El video se llama A Year and a Half in the Life of Metallica (algo así como Año y Medio en la Vida de Metallica). La neta, está muy chido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario