sábado, 23 de febrero de 2008

Lecturas para el baño...

El rock abunda en anécdotas. Parece que el medio se presta para las expresiones más desmadradas y fuera de órbita. Será por su cercanía con las drogas, el alcohol y todos los demás excesos, será porque el mundo del arte en general se nutre de diamantes locos, quienes a pesar de las adicciones (no gracias a ellas) y de la vida acelerada que llevan, a cada tanto dejan como legado obras fundamentales.
Led Zeppelin se llama así porque durante una borrachera Keith Moon, entonces baterista de The Who, escuchó la música de la nueva banda de Jimmy Page y dijo que aquello era un Zeppelin de Plomo (Lead Zeppelin), no sabemos si por la pesadez de las rolas o por el vaticinio de que la banda se hundiría de inmediato. El caso es que Jimmy adoptó el nombre y adaptó la grafía a Led Zeppelin, para que los fans estadunidenses pudieran pronunciarlo correctamente.
Pero pocos saben que la condesa Eva Von Zeppelin, aristócrata danesa y descendiente de pedigrí del inventor de los dirigibles, puso el grito en el cielo, y afirmó: “Cuatro monos chillones no van a seguir usando este prestigioso apellido sin permiso”. Los cuatro monos chillones eran Robert Plant, Jimmy Page, John Bonham y John Paul Jones, creadores de la Banda de Rock por antonomasia, la más influyente de los 70, que con menos de 8 horas de grabaciones en estudio pasó a la inmortalidad. La condesa los llevó a juicio pero les peló los dientes. Los Zeppelin siguieron con su nombre, arrasando en los escenarios (y en los cuartos de hotel, porque no dejaban grupie sin cabeza los desgraciados).
Otra anécdota memorable de los Zeppelin proviene de la visita que le hiciera los cuatro, junto con su apoderado, Peter Grant, al Rey, Elvis Presley. Peter, a quien se puede ver en las secuencias de gángsters de la película The Song Remains the Same, era un tipo enorme, un refrigerador de 20 pies, barbado y tan loco o más que los otros cuatro. Ya dentro de la casa, los cuatro monos chillones se dedicaron a alabar a Elvis mientras Peter, con toda discreción, acomodó su cuerpo en uno de los enormes sillones de la sala, sin percatarse de que estaba ocupado por Vernon Presley, el padre del El Rey. Un leve alarido alertó a todos. Peter tenía insertado en el trasero a Vernon, y por fortuna se puso de pie antes de que el viejo muriera por asfixia. Al despedirse, Peter Grant le dijo a su anfitrión: “Encantado de conocerte, Elvis. Siento haberme sentado encima de tu padre”.
Elvis mismo es fuente inagotable. Se sabe que fue aficionado a las armas de fuego, sobre todo a las pistolas. Tenía una gran colección de ellas y sabía dispararlas. En 1976, el día que sus guardaespaldas Red y Sony West publicaron el libro Elvis: What happened? (Elvis: ¿qué ocurrió?), en el cual relatan una “impactante y bizarra historia” en la que lo califican de borracho, violento y obsesionado con la muerte, Elvis, que había esnifado cocaína toda la tarde, además de ingerir alcohol y otras drogas, salió a la calle con un cinturón colmado de pistolas, gritando: “¡Vamos a cazar cabezas! ¡Vamos a matar a esos hijos de puta!”.
Se hubiera topado con otro pionero del rock, Jerry Lee Lewis, quien en las mismas condiciones, y en ese mismo año, fue a buscarlo a las puertas de Graceland, pachequísimo y blandiendo un revólver, mientras le gritaba repetidamente al Rey que sacara su ‘grasiento culo’ de allí dentro para dilucidar cuál de los dos era el auténtico rey. Elvis, por supuesto.

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