jueves, 21 de febrero de 2008

Confesiones de un amargado...

Veo desde la terraza el lomo de la ciudad dormida. ¿Cuántas personas se revuelven en este mismo momento en sus camas? ¿20, 30 mil? Todos con su historia personal de intrigas, mentiras, decepciones; todos con un punto de vista sobre la vida, el amor y el precio de la tortilla. Hombres y mujeres cuyas historias se entremezclan, se confunden, se distorsionan por efecto de la cercanía y que juntos forman lo que con cierta soberbia podríamos llamar La Epopeya de la Humanidad Sobre la Faz de la Tierra.
Y pienso de qué manera las vidas se entrecruzan. A una mujer le arden los pliegues de los dedos de los pies y se levanta de malas a ponerle comida al marido, éste, que trabaja de agente de tránsito, se encabrona por la jeta de la mujer e infracciona al primer fulano que le cae gordo. El fulano le mienta la madre, y consciente de su propio escozor en los dedos de los pies, atropella a un un abuelo que iba a dejar al nieto al jardín de niños... todos juntos integramos no la Epopeya del Hombre sino el Efecto Mariposa de la Mezquindad Humana.
Ahora mismo recuerdo a ese personaje de Beckett que en condición extrema mata a una pulga ante la abrumadora posibilidad de que la humanidad pueda evolucionar de nuevo a partir de ella, de la pulga, se entiende.
Será que ando de malas, pero a las canciones edulcoloradas que nos receta el MTV hoy en día, no nos queda sino anteponerles los madrazos de los Ramones y los Sex Pistols. ¿Que se trata de un grupete prefabricado? Quizá. Pero bien pronto rebasó sus límites y le puso en la madre al sistema que lo creó, como hace todo Frankenstein que se respete. En pocas palabras: Que chinguen a su madre los Bee Gees. Hay que vivir al filo de la navaja. No conozco otra manera.

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