lunes, 26 de enero de 2009

Pablo


Primero pensé que ese niño estaba mal de la cabeza, porque a los trece, catorce años, no daba señas de que le gustara la música. De ninguna clase. Ya les dije antes que en casa siempre hubo algo sonando en el tocadiscos o la casetera. No obstante, este muchacho iba por el rumbo de los videojuegos, la Internet y la lectura, es decir, por un mal camino que sólo el rock puede enderezar.
Pero una tarde le dio por escuchar la banda sonora de Misión Imposible (o algo así, espero que él mismo pueda aclarárnoslo un día) y ahí empezó el desorden: se compuso de la mente y comprendió que el rock es la neta. Y ya nunca más volvió a ser el mismo. Quiero decir que parecía el mismo pero ya no era el mismo. La neta del rock le dio a media cabeza.
Ya tendré tiempo para contarles cómo y de qué manera se compuso este muchacho que empezó escuchando a Limp Bizkit y a los Red Hot Chilli Peppers, hasta derivar en lo más preciso y machín de la vida: Pink Floyd, Led Zeppelin y Radiohead. Pero no todo es perfecto: se niega a reconocer la supremacía de los Beatles. Eso nunca de los nuncas se lo voy a perdonar.
En esos años que fue a la secundaria traté de contagiarlo con el virus de la guitarra pero fui vencido por los videojuegos, y por su indiferencia ante la música. Sin embargo, cuando le entró de lleno al rock, su idea fue convertirse en baterista, de modo que emprendió una campaña entre madre, padre, tías y partes interesadas, para que le compraran una batería y pudiera convertirse él en el Nuevo Bonzo Bonham. De nada sirvió mi defensa de la guitarra como la neta de la vida, ni hacerle saber que el baterista siempre se pierde lo mejor de la fiesta: para cuando termina de desarmar el circo y guardarlo ya todas las muchachas bonitas se fueron.
Total que el muchacho se puso necio. Después de algunas deliberaciones (y de hacer la cópera para el instrumento músico de percusión) le hablamos a Fernando Ábrego, baterista del legendario Real de Catorce, para que nos vendiera una batería. Así fue. Era una Tama de vasos largos. De madera-madera, no de aserrín comprimido. Fue necesario comprarle platillos y baquetas para completar el juego. De inmediato, el muchacho tomó clases y se puso a darle con fe… durante unos dos meses, hasta que comprendió que la neta de la vida es la guitarra.
Presa de no sé qué locura le prometí que cuando saliera del Cetis le regalaría una guitarra eléctrica, sin saber que el fin de cursos me agarraría sin dinero (para variar) y fue necesario, con tal de cumplir mi promesa, obsequiarle mi preciada Fender Stratocaster, el amplificador Marshall de 30 watts y un pedal de distorsión Ibanez.
Yo creo que una noche de esas lo asaltó el espíritu de Jimi Hendrix, porque empezó a estudiar la guitarra con inusual fervor. La batería era cosa del pasado. Yo tengo la hipótesis de que le causaba demasiado esfuerzo físico y decidió dejarla por eso. Es que este muchacho prefiere evitar la fatiga. Así es.
Este muchacho es mi hijo y hace unos días, el 23 de enero cumplió 23 años. A estas alturas de su vida es un guitarrista respetable, aunque toca con cara de palo, como si no hubiera ninguna clase de emoción circulando por sus venas. Sin embargo lo admiro porque sé que no tardará en superar al maestro. La batería no se supo dónde quedó, perdida en las vueltas que la vida dio en Tampico. Lástima, era una batería llena de historia.
Hace 23 años era apenas un muñeco que lloraba a sus horas pidiendo lechita y cambio de pañales y ahora quién lo viera, tan adulto, tan serio a veces, tan dueño de sí mismo. Pero cada que se cuelga la Fender hay algo en él que lo hace vivir, como a mí cuando agarro la Ibanez y lo invito a tocar viejas rolas. De pronto hay magia en el ambiente cuando suenan los primeros guitarrazos con distorsión. En ese momento no somos padre e hijo, sino dos tipos felices a quienes la música les toca el alma.
Hoy quiero decirle que lo amo, y que es un privilegio haberlo acompañado todos estos años por el camino de la vida. También es un privilegio hacer música con él.


Feliz cumpleaños, Pablo. Neta, eres más de lo que podría pedir.

jueves, 15 de enero de 2009

Kubrick, Sagan, el escepticismo...

Carl Sagan escribió lo siguiente en su libro Un Pálido Punto Azul: "La Tierra es un rincón muy pequeño en el gran escenario cósmico. Pensemos en los ríos de sangre vertidos por todos esos generales y emperadores, presidentes y primeros ministros y líderes partidarios, para que en un momento de gloria y triunfo pudieran hacerse amos temporales de un rincón de un punto. Pensemos en las infinitas crueldades infligidas por habitantes de una parte del punto a los habitantes, apenas diferenciables de ellos, de otra parte. Cuán frecuentes sus malentendidos. Cuán dispuestos están a matarse unos a otros. Cuán fervientes sus odios. Nuestras imposturas, nuestra imaginaria importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el universo, parecen desafiadas por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es una partícula solitaria en la gran negrura cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que haya alguien que vaya a venir y a salvarnos de nosotros mismos."
Por su parte, Stanley Kubrick, ese genio del cine, dijo en una entrevista para Playboy en 1968: "El hecho más aterrorizante del universo no es que éste sea hostil sino que es indiferente; pero si somos capaces de asimilar esa indiferencia y aceptar los retos de la vida dentro de los límites de la muerte, sin importar cuán mutables el hombre los pueda hacer, nuestra existencia como especie puede tener un significado y una realización genuinos. No importa cuán vasta sea la oscuridad, nosotros debemos aportar nuestra propia luz."

martes, 13 de enero de 2009

Vincent


Vincent, mi pintor predilecto, escribió: "Cuando siento una necesidad de religión, salgo de noche a pintar las estrellas".

Yo no tengo ese consuelo. Por eso cuando siento una necesidad de religión, veo pinturas de Vincent.

miércoles, 7 de enero de 2009

Morrison y Los Doors

Por cierto, hoy en la mañana estuve escuchando a los Doors. Déjenme decirles que sin ser un fan aferrado del Lagarto y sus Muchachos, sí hay algunas rolas de ellos que me son fundamentales. Recuerdo cuando introdujeron el drenaje en mi colonia y fue necesario cavar las zanjas para la tubería. estábamos chavos, y horadar el tepetate era una tarea cabrona, sin embargo logramos sobrevivir a esas tardes de chinga intensa escuchando Radio Capital, que pasaba una hora de los Stones (Rock a la Róling) y luego una hora más de Doors y Creedence (los Crídens, decíamos entonces).
Rock a la Róling empezaba con el riff inconfundible de la guitarra fuzz que abre Satisfaction, y de ahí en adelante empezaba el programa. Después venía la hora de Doors y Crídens. De Las Puertas recuerdo y me conmueven todavía algunas de las que conformaron el álbum Strange Days, un álbum pacheco e indefinible: You're Lost Little Girl, People Are Strange, Love Me Two Times, y la muy pacheca y arrasadora When the Music's Over, un viaje que nada le pide a The End.
Ese álbum estaba escuchando en la mañana, y me conmovió, carajo.
(Y pensar que sin Jim lo único que pudieron componer los otros tres ineptos fue esa fumada de mota intitulada No Me Moleste Mosquito (let me eat my burrito). Alguien debería agarrarlos a golpes).

Nuevo enlace...

La neta, no me gustaría que este sitio se convirtiera en una bitácora de descargas, porque en una de esas la gente de Google me la va a dar de baja, con eso de que intercambia uno material protegido por los derechos de autor. Pero quiero comentarles, cibernautas amigos, que subí a Rapidshare un disco más de Jaime López. Se trata de Desenchufado, un discazo del tamaulipeco. Apresúrense a bajarlos, porque estoy utilizando el servicio gratuito de hospedaje, y en esa modalidad borran los archivos si cumplen un mes inactivos. Así es que ya lo saben.
El enlace es el siguiente:

http://rapidshare.com/files/180213993/Desenchufado.zip.html

Que lo disfruten, carnales y carnalas.

lunes, 5 de enero de 2009

2009

Bien, terminó 2008 y empezamos 2009. Luego de todo este maratón de fiestas y buenos deseos las aguas vuelven a la normalidad, si es que tal normalidad existe. Esta bitácora desmadrada y anárquica está por cumplir un año... y no sé muy bien qué pensar todavía.
Cuando empecé a escribirla mi expectativa no rebasaba las 500 visitas al año. Veo con sorpresa que rebasaron las 2 mil, cifra que me gustaría redondear ahí porque cada que entro a actualizarla yo mismo le doy algunas entradas al contador.
Confieso no tener la menor idea de quiénes son ustedes, lectores hipotéticos, ni cuáles son sus motivaciones para venir a leer esta pachequeces. Ya les dije: mi padre pensó toda su vida que escribir es tarea de huevones, y que leer ni se diga, sobre todo porque me veía cómodamente instalado (a mí), con una jarra de dos litros de café y una cajetilla de Delicados con filtro, degustando mis libros predilectos, que en los días de mi juventud eran demasiados. Igual que ahora, debo decirlo también.
De modo que esta bitácora es una muestra más de terquedad, vicioso como soy de la música y de los libros. Ojalá logre yo transmitirles parte de mi entusiasmo, del pasmo que me produce todavía leer un libro o escuchar una rola. No hay nada parecido sobre la faz de la tierra. Y si a ustedes, hipotéticos lectores de esta bitácora, les da curiosidad al menos por compartir alguna vez mi entusiasmo, mis filias y mis fobias, me daré por bien servido.
Salud, y que 2009 sea un año de mucho rock and roll para todos.
Ah, les dejo la segunda parte de mi texto. Ojalá les parezca más o menos rescatable.

Parte Dos

Siguiendo las instrucciones del megaflaco, y persuadido por el cañón frío de la pistola en la cabeza, el chofer disminuyó la velocidad, tomó una calle perpendicular y orilló el vehículo dos cuadras más lejos. El micro frenó con una brusca sacudida. Más rápido que la luz y que el rayo, El Dragones sacó del bolsillo una navaja tan oxidada que parecía despojo de la segunda guerra mundial, y amenazó con ella a una viejita, al grito de no se muevan o se los carga su madre. Los pasajeros permanecieron quietos, acuciados por el instinto de conservación. Estaban a punto de pasar a las estadísticas de una ciudad que desenterró desde hace años y para siempre el hacha de guerra.
–¡A ver, flojitos y cooperando!–urgió el flaco-flaco, mientras aplicaba un candado a la cabeza de Joaquín Pardavé–. ¡Vayan cayéndose con todo lo que traigan o mato a este pinche gordo!
El gordito se quedó congelado, con la cara bañada en sudor frío. Es muy fácil morir en un acontecimiento de ese tipo, y el clon de Joaquín Pardavé lo sabía. Sin que nadie se lo dijera, ofreció a su captor los billetes que, doblados a la mitad por el eje más largo, llevaba distribuidos entre los dedos de la mano izquierda. El capitán sintió el golpe de la adrenalina, tan parecido al del alcohol, y se puso alerta.
Sin más trámite, el güerito empezó a recolectar carteras, monedas y relojes, amagando a sus víctimas con la navaja. Temerosos y resignados, los pasajeros entregaron sus pertenencias sin alzar siquiera la vista, con aspecto de ovejas rumbo al degüello, según explica con toda exactitud la profecía de Isaías. Movido por los reflejos y sin poder explicarse muy bien cómo, el Capitán metió la mano al bolsillo del abrigo, palpó el acero tibio de la Smith and Wesson y retiró el seguro. Estaba listo. Un Capitán del ejército mexicano siempre está listo.
De pronto los acontecimientos se precipitaron. Uno de los pasajeros se opuso a que le revisaran las bolsas de la camisa, acuciado por el miedo o la necesidad, y trató de sujetar la mano del asaltante sin conseguirlo. El sujeto abrió los ojos como si hubiera visto a un extraterrestre y la emprendió a golpes contra el pobre fulano, injuriándolo con toda clase de improperios. Después de patearlo cuanto quiso en el pecho y los brazos, lo sujetó por los cabellos con la mano libre y sin más trámite le hundió la navaja en un ojo. Un chisguete de sangre le salpicó la cara.
En ese momento, el capitán se puso de pie, levantó el brazo armado y accionó dos veces la pistola. Las balas de la Smith and Wesson M&P son del calibre .40 W&S, tipo JHP, con la punta perforada, lo cual crea una expansión positiva muy rápida, favorece la precisión del tiro y asegura una recarga suave y sin problemas. Una bala .40 S&W con 155 grains de pólvora puede desarrollar velocidades de hasta 350 metros por segundo, con una fuerza de más de 600 joules, quizá por eso, el tipo de los tatuajes ni siquiera se percató del proyectil que lo alcanzó en el ojo derecho y le destrozó la parte superior del cráneo; el segundo lo alcanzó en el pecho, justo antes de que se desplomara escupiendo sangre y saliva.