viernes, 29 de agosto de 2008

Para jenny, en su cumple

No diré cuántos, pero hoy es su cumple. Ya les comenté antes que por razones que aún no termino de explicarme, Jenny derivó sus gustos musicales por el rumbo de la quebradita, el reguetón y el pop en español. Juro que no tuve nada que ver, porque al menos conmigo siempre abrevó de lo más fino y bueno. Pero a medida que fue creciendo como que la influencia del medio secundariano le hizo mella, y cambió a Pink Floyd por Paulina Rubio, y a Van Halen por Angélica Vale, hechos de por sí desconcertantes.
Los entendidos en la materia nunca se terminan de ponerse de acuerdo, si es que el medio moldea el carácter y los gustos de las personas, o si se trata de inclinaciones inherentes a la persona, y a mí me da por pensar que se trata de parte y parte. Un poquito las cualidades innatas, un poquito el medio, sobre todo si es un medio comercial agresivo como el que padecemos todos los días en la tele, la radio y otros medios de comunicación.
Ni siquiera es una cuestión de inteligencia, sino de las propias inclinaciones y un mucho del azar. “El hombre es el todo de todas las cosas”, explicaba un sofista griego, “de las que son en cuanto son, y de las que no son en cuanto no son”. Es decir, uno está convencido de que su propia visión de la vida y sus particularidades es la correcta.
Sin embargo, los últimos estudios de programación neurolingüística, referentes al software de las personas, por decirlo de alguna manera, a lo que somos en última instancia, indican que no hay una sola explicación del mundo que sea absolutamente válida, y que por ello es inútil tratar de imponer un criterio sobre otro. En nuestra interpretación de la realidad los seres humanos suprimimos, añadimos, recortamos y distorsionamos todo cuanto percibimos a través de los sentidos, y al conjunto resultante lo llamamos “realidad”. Todo este rollo es para decirles que a mí me hubiera gustado que Jenny se clavara en el rock, porque para mí es como la vida misma. Pero a ella le gustó la duranguense, la chunchaca, el reguetón, y no hay nada qué hacer.
Ahora recuerdo esa canción de Serrat, Esos Locos Bajitos. ¿La conocen? No debería mencionarla en esta columna dedicada a los guitarrazos, pero Serrat puede decirles ahora con mejores palabras la emoción que siento al pensar en mi hija y sus gustos musicales:
“A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción. Esos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres, y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar. Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca”.
“Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir. Por eso nos parece que son de goma, y que les bastan nuestros cuentos para dormir. Nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación. Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción. Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós”.
¡Feliz cumple, hija! ¡Te perdono que tu camino no sea el rock! (Pero no te confíes mucho).
Tu padre.

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