viernes, 15 de octubre de 2010

Sobre el iPod...

Hace poco más de un año mi hermano Jorge me vendió un iPod Touch. Era sencillito, de los de primera generación y con ocho gigas de capacidad. De inmediato lo rellené con centenares de mis canciones favoritas, y lo traje de un lado para otro, como niño con juguete nuevo. Era un juguete nuevo. Además mi sobrino Jorge, le había puesto algunos juegos, lo cual lo hacía más disfrutable. También le compré unos audífonos nuevos. Perdonen ustedes la herejía, pero los originales no dan batalla. Le puse unos Sony Megabass y con eso quedó completo.

Nunca le añadí fotografías ni videos (alguna vez les contaré sobre mi resistencia a ver conciertos y esas cosas), sólo música, y en ocasiones lo utilicé para conectarme a la Internet. Nada del otro mundo. Ese iPod me ayudó a superar el tedio de algunos viajes largos que hice en los últimos dos años, porque estaba provisto de un compendio de mis álbumes favoritos y de algunas canciones imprescindibles en la banda sonora de mi vida. En uno de esos viajes lo llevé a que le revisaran la batería, que ya le duraba muy poco.

El tipo que lo revisó me dijo que se trataba de un problema de software, así es que sometió al iPod a una craneotomía urgente y le hizo jailbreak: quedó como nuevo, literalmente, y sin una sola de mis imprescindibles canciones. Yo no sabía entonces que eso del jailbreak deja al iPod como Dios lo echa al mundo (lo supe por la vía de la sorpresa que me llevé en esos momentos), de modo que fue necesario utilizar la portátil para sincronizarlo de nuevo con algunas rolas para el viaje de regreso a Tuxpan.

Al poco tiempo perdí el iPod. No supe dónde quedó. Ni siquiera la búsqueda intensiva, milimétrica, en las estancias de la casa dio resultado. Ya no estaba. Traté de suplir su ausencia alimentando con música mi teléfono móvil peor nunca fue lo mismo, hasta que le perdí el amor a 4 mil pesos y me compré uno nuevecito, de 32 gigas, al que de inmediato le puse una funda rígida de acrílico y una calcomanía protectora en la pantalla. Después me di a la tarea de cargarlo de música.

Quizá sea ocioso decirles que de momento fue como una copia exacta del primero. Será que me estoy volviendo viejo, pero hagan de cuenta que lo sincronicé con la misma configuración del iTunes, aunque no fue así. Simplemente vuelvo a mis viejas canciones como quien vuelve a un mal hábito, de modo que hice ahora un esfuerzo consciente por añadirle un repertorio diferente al anterior, y probar temas diferentes, olvidados hasta ese momento en la musicoteca digital.

Verán ustedes. Le puse material de Johnny Cash, los American Recordings, los Unhearted y un disco que me parece muy bello, Storytellers, donde canta mano a mano con Willie Nelson. También agregué repertorio a la sección de metal, con Megadeth, Motorhead, Iced Earth (el En Vivo en Atenas es de mis favoritos), varios discos de Judas Priest, mucho Slayer (por extraño que parezca Kerry King es uno de mis guitarristas favoritos), y algunos álbumes de Whitesnake.

En la onda de los viejitos aparecieron los Who (una recopilación de sus mejores rolas, el grupo no da para más), los Guns´n Roses y el Deep Purple, con algunos álbumes imprescindibles: Made in Japan, Made in Europe y el magnífico Machinehead. Puse dos discos de Dylan, Bringinin It All Back Home y Slow Train coming, el primero por razones sentimentales, ya que marcó mi encuentro con Dylan en el verano de 1977, y el segundo por tratarse de una especie de reflexión sobre Dios y la espiritualidad, cualquier cosa que eso signifique. Incluí Uprising, de Bob Marley, algo de The Doors, de Buffalo Springfield y de Crosby, Stills, Nash and Young.

Tiene una lista de reproducción que se llama Matonas. Allí puse canciones que deben ser de acceso inmediato, aunque yo mismo me sorprendo de su contenido. Está Jambalaya, de Hank Williams, One of Us, de Joan Osborne; los covers que hizo Johnny Cash (¿por qué no tuve yo la voz de Johnny Cash?)a Hurt, de NIN, y a One, de los U2. Se encuentran también Goin´Home, interpretada por Ten Years After, y el Himno Nacional Gringo, destrozado magistralmente por Jimmi Hendrix, ambas del Festival de Woodstock; Little Girl Blue, Summertime y Piece of my Heart, en la voz de la Diosa Janis y Black Magic Woman, a cargo de Carlos Santana, sobre todo por la extraordinaria sección de percusiones, entre otras.

Me falta ponerle material en español. Ya tengo en la mira lo que subiré al iTunes este fin de semana: Carlos Arellano, Jaime López, Andrés Calamaro, Joaquín Sabina, rock mexicano del llamado rupestre, encabezado por Rodrigo González, y Real de Catorce, con quienes tengo pendiente un artículo de desagravio. Ya les contaré.